Borrachera en la línea de sus manos.

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Hoy os hablaría de manos.
Esas manos, perfectas para romper corazones y para guardarlos.
Grandes, fuertes y que dejan todas las jaulas abiertas.
Esas que evolucionan de borrachera a resaca.
Sí, sus manos son resaca.


Pero no veáis cuánto merece la pena pasar una noche vomitando mariposas si luego él me aprieta fuerte el corazón. 

Con sus manos.

¿Qué es el amor después del verso?

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Dejad de quejaros que vosotros también le habéis jodido la vida a alguien poniendo alguna vez vuestra mejor sonrisa un día de lluvia.

A veces para que te cambie la vida sólo hace falta que alguien decida mirarte en el momento justo que tú le miras. No sé. Me ha pasado. 
Pero vosotros parece que necesitáis algún premio de consolación en lugar de preferir alguien con las manos bonitas que os sujete el pelo mientras vomitáis.

Sería bonito haber temblado y no quebrado.
Sería bonito haber construido esta casa, y cuando digo casa digo tú, con los muebles ya dentro...
Pero no, todo vacío. Y viene mal tiempo, no vienes.


A veces te miraba y hasta te veía sonriendo. Pero yo me enamoré de ti triste, para qué engañarnos.
Devolverte a ese estado fue mi declaración de amor. Pero tú no lo entendiste.

Tengo el corazón de piedra para que juegues a que le gana siempre el papel sobre el que escribes.

Me dijiste que te diera lo mejor de mí, y me marché. 
No estaba dispuesta a compartirte contigo.

He caído tan bajo que me he encontrado con unos cuantos por aquí. Y ellos sí, Joaquín, ellos saben.

No era frío, ni tristeza, ni soledad, ni si quiera estar solo que tan poco se le parece. No era insomnio. Eran: Tus ojos cuando llueven.


Me abro heridas y hago hueco en ellas para más gente. Y así. Así.

Él te favorece como cicatriz. Como nada más.
Después de la tormenta, cierras la ventana, pero ya ha entrado lluvia, frío, hojas, polvo, se han mojado los papeles. Hablo de personas.
Apunta.






La heroína que te engancha o la heroína que te salva.

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Yo creía que el amor era no poder dejar de dedicarle tus silencios a alguien. Sin que nadie lo escuchara.
   
                                 Y enamorar        a las palabras        para convencerlas de que te vistieran.

(Aunque estoy completamente convencida de que nadie querría tapar nada tuyo, ni siquiera tus errores)

Creía que era no evitar el miedo a no estar a la altura, aún sabiendo que lo que mejor besa de ti son las suelas de tus zapatos.


Pensaba que era mirar a alguien y al verla llena de despedidas creer que era un regalo. A ti te había saludado.


Yo soy más de abrir las piernas. Que si abro el corazón se me escapan los monstruos. Ojalá me perdone la poesía, últimamente solo me apetece callar para aprender a besar, o besar para aprender a callar.

Y si todavía quedan niños que destruyan los castillos de arena que ellos mismos crearon, ¿harán lo mismo con lo que tocaron como suyo?

Y que después de mirarse me pregunten ¿qué es poesía? Acabo de leeros en ella, de leerla en vosotros.


Me recuerdas a él, amor.   

"Y una muchacha triste aprende que merece ser feliz (...) supongo que no todo está perdido"

Hoy no he visto a ninguna muchacha así bajar la cabeza para leer un libro. Es un día perdido, si es que alguno se atreve a buscarlo. Hoy no era el día. Hoy no creía en los milagros. Hoy no.


Una vez te han comparado con un semáforo en rojo puedes dar por seguro que te han hecho el amor.
Le has parado. Corazón. Coraza.

¿Os acordáis de cuando había todo por aprender y sabíamos todo? Qué coño os vais a acordar. Y ésa es la tragedia.

       Es una pena que; sean los trenes los que la pierden a ella.