Hoy os hablaría de manos.
Esas manos, perfectas para romper corazones y para guardarlos.
Grandes, fuertes y que dejan todas las jaulas abiertas.
Esas que evolucionan de borrachera a resaca.
Sí, sus manos son resaca.
Pero no veáis cuánto merece la pena pasar una noche vomitando mariposas si luego él me aprieta fuerte el corazón.
Con sus manos.
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